Fin de curso
Siempre me gustaron los bailes, las fiestas de fin de curso; los cierres a ciclos, las despedidas, los abrazos, los «nos vemos en septiembre». Siempre fui más políticamente correcta de lo que os gustaría y de lo que me gustaría, a pesar de tener unas ganas tremendas de mandarte la mayor mi3rda que se capaz de crear y en la que sea capaz de recrearme por tu dignísima culpa.
Así es, nunca tuve mucha coordinación bailando, pero a la niña que cada junio le daban pie a lucirse arriba de un escenario recubierto por colores de la bandera andaluza, a esa niña la recuerdo con la mayor ilusión del mundo proyectada en transmitírsela a la cantidad ingente, acalorada y renegona de padres que —a pie sobre esos suelos asfaltados de patio de colegio— veían a sus hijos danzar al son de un tal Daddy Yankee, por el simple hecho de querer mantener la ilusión que nuestros ojitos reflejaban. Y en los que nuestros padres quizá se reflejaban por los que una vez fueron. Por los que una vez, también vosotros, fuisteis. Esos ojitos en los que ahora os veo buscaros a quienes rondáis mi edad, a los que ahora observo andar sosteniendo bien fuerte otras manitas que ya no son las vuestras, ni las de nuestros padres. Ahora sostenéis a vuestros niños.
Las familias que os observo crear me hacen replantearme tantas cosas. Todas esas cosas que parten de miedos a ser yo la que sostenga unas manos diminutas, todas esas cosas que nacen de un respeto profundo a vuestras elecciones. Sobre todo, todas esas cosas que me otorgan el poder de saber cómo quiero enfocar mi vida, de reafirmar mis motores y a quiénes —ya criados— necesito sostener en mis manos.
Siendo este sostén: recíproco.
Llamado De Emergencia la bailé en la fiesta de cierre a mi 3º curso de primaria —era 2011—.